Jodido púrpura . . .

Posted: martes, 2 de febrero de 2010 by Underfunded . - in
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Entonces todo empezó a temblar, como conteniendose por completo. Dolió, como duelen los besos color púrpura que guardo bajo la almohada, amargos, congelados, claustrofóbicos.

Con la quietud del trance pensé con absoluto vacio, no pensé en nada. Sentí que goteaba un par de canciones que al caer ya eran cientos de poemas un tanto épicos, dignos de una tragedia de Homero.

Sentí el hielo inevitable e inherente a los momentos inesperados, haciendo el amor con la parte más enaltecida de mi corazón, lo besaba como solo besan los dioses, lo tocaba como bien lo recordaba, lo miraba con cierto dejo, como un juego cualquiera de amoríos pasajeros, sin importancia ni esbozos de ternura o alegría.

Anoche, mientras leía "mis viejas cartas" esas que no creí releer hasta que te apareciste, como siempre, por los mares del ciberespacio, entendí a la perfección de que se trata todo este cuento de locos que se niega a marchar de las redes de mi lengua.

El amor embauca, atrapa, conmociona todo sentido, cual vendedor de telemarketing. Se encarga de ocuparlo todo y echar unas buenas raices, de roble viejo, de sauce seco, de amor del bueno. Demasiado tarde o demasiado temprano te das por enterado a través de leves cosquilleos en la panza o de fuertes aleteos de metal en la garganta.

Los besos, pensé. Los jodidos besos color púrpura.


La naturaleza es refrescante. Supongo que nunca sonrio con gracia al pisar la ciudad nuevamente. Apesta, como un circo infestado de payasos, como un charco atestado por pirañas. La paciencia se me agota en un breve pestañear, los suspiros me delatan. Envuelta en esta ciudad traicionera quisiera que tus ojos brillaran de verdad, escudriñear por la retina de tus verdes para encontrarte en otros cielos, para saberte bien parecida en la distancia de mis manos, donde te quedaste cuando comenzó a calarme el miedo.

Me siento un tanto robótica, como si estuviese en modo manual desde que leí ese par de líneas que te bastaron para quebrarme. Esta sensación 'inexplicable' de la que prefiero ahorrar comentarios, es un mal recurrente, un mal de cigarrillos, un mal que no da birras, un mal de noches apagadas, un mal que cada vez sabe dañar con mejores estrategias. Me disparas con un silenciador por la espalda, buscas excusas para pararte en la cima del rascacielo màs grande, y, cual francotirador demente, lo escupes todo en balas diminutas. Nunca alcanzo a percatarme del momento en que decidiste subir por esas escaleras y ponerle vendas al sentimiento, darle rienda suelta a la mala hierba que crece con el descontento .

Definitivamente se me hace imposible intentar describir o siquiera aproximarme a los desvaríos de mi mente, estoy como los muertos que nunca mueren, con la cara en desorbitas y el cuerpo descompuesto. Nada más quiero un resplandor, un eterno resplandor del que no se conozca evidencias, para arrancarme este desasosiego de la piel, para no verle la cara a la ansiedad de salir corriendo, para no contenerlo todo aquí dentro en espera de algo, quien sabe que, quien sabe cuando, nada más 'algo' ( y vaya como apesta no saber de que se trata )


Me largo a caminar con los dientes bien apretados . . .




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